Vamos a ponerle un nombre.
Luciana?. No, más bien tenía, en ese momento, cara de Sofía, o tal vez Jazmín. Vamos a decir que la llamaban Micaela.
Bueno, conocí a Micaela el jueves, a las cuatro treintaiseis de la tarde, mientras yo caminaba por corrientes (por supuesto, ella también caminaba por corrientes, de no, no nos hubieramos cruzado; de no, no nos hubiesemos mirado, ni siquiera nos habríamos visto, si alguno de nosotros no hubiera estado caminando por corrientes ese jueves a las cuatro treinta y pico de la tarde). Yo buscaba La virgen de los sicarios y la encontré a ella.
Ella, no sé, le pregunté, sí, -Que hacés?
-Dando vueltas, mirando.
A veces miras a alguien y sentis permanencia, eternidad.
Con jimena, ana, o micaela, con ella, la mitad del tiempo que nos dimos, fue suficiente.
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